Considerando la importancia que revisten los 10 mandamientos de la ley de Dios para la vida de los creyentes, pues lo cierto es que corresponden a principios éticos y religiosos que muestran el camino para agradar al Padre y expresar a plenitud un sentimiento tan trascendente como el amor, tener claridad respecto a dónde están los mandamientos es indispensable para ocuparse de reflexionar a partir de ellos y encontrar formas precisas de hacerlos parte de la cotidianidad.

Puesto que se trata del decálogo o conjunto de leyes que nos enseñan a amar, son asimismo, normas que colaboran en la definición del concepto de pecado, el cual como bien se sabe, es todo lo opuesto a las enseñanzas del creador y la manera de ir en contra de sus predicaciones.

¿Dónde se encuentran los mandamientos?

Como libro sagrado, la Biblia contiene diversos escritos inspirados en Dios, por consiguiente, se reconocen dos fuentes principales por ser las que los presentan de mejor manera: Éxodo, 20: 2-17 y Deuteronomio, 5: 6-21, igualmente en los evangelios también se hace referencia a ellos, es así como por ejemplo, en el evangelio de Mateo (Mt 22;37-40) se estipula lo siguiente: «Estos Diez Mandamientos se encierran en dos; amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo».

Libros como el Levítico, Corintios, Isaías, Romanos y Efesios son algunos otros apartados en los que de alguna manera se abordan los mandamientos y se explican en función de circunstancias determinadas que ayudan a ilustrar cómo tendría que ser la manera de actuar del creyente.

Los mandamientos deben estar grabados en la mente y en el corazón

Debido a que, a través de la oración, Dios y el Espíritu Santo actúan para ayudar a las personas a abrir la mente y el corazón, es importante permitir que estos mandatos sean realmente parte activa del paso por la tierra. Aquella historia donde se relata que fueron grabados en tablas de piedra para ser entregados a Moisés, no significa que sean letra muerta, más bien es un símbolo para que comprendamos que están a nuestro alcance y que es nuestra decisión apropiarnos de ellos.

Una vez podamos reconocer lo imperfectos que somos y lo mucho que requerimos de esa asistencia espiritual que proporciona el Señor, podremos abrir las puertas para la llegada de miles de bendiciones, pero para todo esto es necesario esforzarse un poco y dejar para siempre en el olvido aquellos pensamientos y comportamientos que se aferran ignorar las leyes del Padre.