Los vikingos formaron parte de un pueblo de guerreros que se extendió por toda Europa entre los siglos VIII y XI. Durante más de doscientos años quienes habitaban las poblaciones europeas desde Dublín a Kiev fueron perturbados por la violenta invasión por parte de estos guerreros conocidos bajo el nombre de vikingos.

Sin embargo, gracias a su vaga procedencia que hoy se sabe tiene lugar en el frío norte del continente, se referían a ellos con sinfín de nombres alusivos a diversas nacionalidades. Se les conocía también como los hombres del norte, norteños o nórdicos. Eran gigantes que llevaban a cuestas espadas y hachas enormes, de vida pagana y saqueadores de los monasterios.

La historia los define como individuos feroces y salvajes que se dedicaban a asaltar ciudades costeras, robando, violando y matando a mansalva y sin piedad alguna.

El salvajismo de los vikingos

Al revisar los registros de la cultura vikinga en la historia de la humanidad, puede constatarse la marcada tendencia de este pueblo a atacar salvajemente monasterios, que denotaba exacerbados niveles de crueldad que en nada se parecía a la de los magiares en Sajonia o la de los tunecinos en Italia y Provenza o la del mismo Carlomagno.

Hacia el siglo VIII en Escandinavia comenzaron a ocurrir un conjunto de movimientos migratorios a causa de la sobrepoblación y crisis política por los cuales las dinastías nórdicas terminaban exiliándose voluntariamente. Todo esto aunado a la movilidad que les ofrecía la construcción naval dio luces a varias naciones de peregrinos marítimos y dio origen a que la población acudiera a los puertos buscando abandonar su país.